Sucesos
Crónica Criminal del Pasado: 1955 el misterio de los italianos desaparecidos
Las pensiones de Caracas se encontraban atestadas de esos inmigrantes
26 de julio de 2025
Sucesos.-Eran los tiempos del general Pérez Jiménez. Venezuela pasaba por una transformación física con numerosas construcciones civiles a lo largo y ancho del país. El gobierno había estimulado la inmigración, que fue un aliviadero para la todavía semi destruida Europa que apenas diez años antes había sufrido las calamidades de la segunda guerra mundial. Una de las naciones que todavía estaba empobrecida y arruinada era Italia, de donde vinieron decenas de miles de inmigrantes sin mayores controles. Albañiles que se decían ingenieros, obreros que se decían herreros y pare usted de contar. Pero generalmente era gente buena que venía a matarse el hambre a como dé lugar.
 
La misteriosa historia la cuenta el director del diario caraqueño, en idioma italiano de esos tiempos, “La Voce d’Italia”, Attilio M. Cecchini y también Gabriel García Márquez, en esos tiempos periodista de la revista “Semana”, de Bogotá.
 
Las pensiones de Caracas se encontraban atestadas de esos inmigrantes. En una de ellas, la noche del 25 de febrero de 1955 los sicilianos Giuseppe Ferrantelli, Rosario La Porta, Vicenzo y Bernardino Piazza al salir de su pensión fueron interceptados por varios hombres que se desplazaban en dos automóviles que los obligaron a irse con ellos.

A los pocos días, vieron al zapatero Calogero Bacino salir de su negocio con un venezolano desconocido. No regresó.

La misteriosa desaparición de los sicilianos empezó a causar preocupación en sus paisanos, pero la prensa, sometida a censura, nada dijo.

Otro siciliano, Rosario Valenti, amigo del zapatero, estuvo escondido por varios días, pero se decidió a salir a la calle para arreglar sus papeles para regresar a Italia. Cuando estaba a punto de entrar en las oficinas de la Identificación y Extranjería, dos hombres de paltó y sombrero lo interceptaron y se lo llevaron con ellos.
 
Otro italiano, también de Sicilia, era Minzione Polizzi, quien compartía con Valenti el cuartucho en la pensión donde vivían. En esos mismos días acudió a una agencia de viajes para irse del país, pero en las puertas fue conminado por dos hombres a acompañarlo, quienes se lo llevaron en una camioneta tipo panel.

Especulan los periodistas que algunos de los siete italianos se habían convertido, o pretendían convertirse en delatores o “sapos” de la Seguridad Nacional, la policía política de aquellos tiempos, ya que la agencia de viajes que frecuentaban todos los desaparecidos era apadrinada por algunos jefes de la S.N. Para estos fines, la gente de la agencia de viajes habría contactado a los sicilianos con un militar importante en el gobierno: el coronel Óscar Tamayo Suárez.
 
El coronel Tamayo, un militar muy destacado, había sido uno de los líderes del golpe que derrocó a Medina en el año 1945, fue el primer comandante de la Guardia Nacional cuando esta se convirtió en una fuerza aparte del ejército y en un momento tuvo gran influencia en el gobierno. Pero resulta que Tamayo ahora estaba conspirando contra Pérez Jiménez.

La especulación periodística señala que Tamayo contrató a los italianos, que habían sido soldados durante la pasada guerra y tenían buen entrenamiento en materia de armas de fuego, para nada menos que asesinar a Pérez Jiménez. El pago por el magnicidio sería una jugosa cantidad de bolívares que entusiasmó a los inmigrantes.

Pero Pedro Estrada, director de la Seguridad Nacional, tenía sabuesos en todas partes que se enteraban de lo más mínimo. Informes extraoficiales señalan que, entre efectivos y confidentes, la S.N. tenía, solamente en Caracas, más de cinco mil elementos, muchos de ellos inmigrantes europeos, conserjes y dueños de pensiones que informaban de todo.

Detectives de la S.N. serían los que secuestraron, primero, a los cuatro sicilianos la noche del 25 de febrero, quienes al ser interrogados implicaron a los otros tres que sucesivamente fueron capturados. Los siete habrían sido eliminados y sus restos se hicieron desaparecer, al extremo de que todavía no se sabe a ciencia cierta qué pasó y dónde fueron a parar sus restos.

Pero quedan muchas dudas: ¿Por qué el gobierno italiano no pidió una averiguación sobre el destino de siete de sus nacionales? ¿Qué hicieron las familias de los desaparecidos? ¿No sería más bien un “arreglo de cuentas” de la mafia siciliana? ¿Serían, en verdad, unos mercenarios asesinos o unos tontos útiles? ¿Por qué después de la caída del régimen nadie pidió averiguar el paradero de los italianos desaparecidos, como sí ocurrió con otros casos?

Lo cierto es que el coronel Tamayo fue destituido a los pocos días y el gobierno lo acusó de corrupción, no de conspirador, lo que se entiende para no denotar el resquebrajamiento en las Fuerzas Armadas. Sacarlo del juego, desprestigiándolo y sin hacer mucha bulla.
 
A los pocos meses, Pedro Estrada, director de la S.N., con bombos y platillos anunció el desmantelamiento de un presunto plan para asesinar al general Pérez Jiménez. Mostró armas y explosivos, pero atribuyó el complot a Rómulo Betancourt, Carlos Andrés Pérez y Horacio Chacín Ducharne. No mencionó para nada a los italianos. 

Por Luis Heraclio Medina
@luishmedinac
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VÍA NT
FUENTE Luis Heraclio Medina